Al pensar sobre esta película se nos ocurren múltiples adjetivos. Tristemente ninguno es positivo. NINGUNO.
Esperabamos más de la pluma de Douglas Coupland, sobre todo tratandose de una película que gira en torno a Vancouver, ciudad natal del escritor de éxitos como Generación X, Microsiervos o Jpod. Pero por mucho que le demos vueltas seguimos pensando que es metraje malgastado sin más mérito que enumerar con cierta gracia los tópicos que el bueno de Doug describe en otro libro, City of Glass (este libro, en cambio, es muy recomendable). Te deja con una de esas sensaciones tan amargas en las que piensas “¿y ahora quién me devuelve a mi esta hora y media de mi vida?”.
Igual es una obra de arte conceptual que juega con el mote de la ciudad, Boringcouver, e intenta ser aburrida a propósito. Es un gigantesco coñazo. Tanto que esperamos sinceramente que el director, Paul Fox, al menos estuviese disfrutando de unas buenas vacaciones mientras se rodaba la película. En fin.
Para no verla nunca. Ya hemos sufrido nosotros por tí.
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